MIRADA SORELA

Mi versión de la «entrevista» con Tejero el 23 F

Apartado: Siete años de Blog

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No recuerdo el momento exacto pero más o menos en la mitad de la noche de autos, poco después de la expulsión de los periodistas del Congreso, llamó a Europa Press uno de ellos, de El Alcázar, de cuyo nombre no estoy seguro, para pasarnos un comunicado de los golpistas del que según dijo estaban informando  a todas las agencias. Cogí yo el teléfono y me dijo: «Es que me han pedido que les eche una mano», para explicar su presencia allí. Y mientras dictaba el comunicado de los sublevados en un magnetófono conectado al teléfono (ni recuerdo qué decían, nada muy relevante) yo avisé de la noticia y el redactor jefe, Jesús Frías, dijo: «No podemos dar eso así tal cual, necesitamos una prueba de que se trata de ellos».

Así se lo dije al periodista cuando terminó y él dijo:

– Pues llamad al Congreso.

– Si llamamos nosotros, lo más probable es que esté ocupado o que hayan cortado la línea.

Se quedó pensando y entonces dijo:

– ¿Queréis hablar con el teniente coronel Tejero?

– ¡Claro!, salté, ante la estupenda oferta periodística.

Y así fue: llamaron de inmediato al mismo teléfono, y se puso de inmediato Tejero.

– Buenas noche, coronel, le dije, no sin nervios: no hice la mili y era la primera vez en mi vida que hablaba con un militar.

– Soy teniente coronel.

– ¡Perdone! Buenas noches, teniente coronel…

Periodista joven pero con cinco años ya de experiencia en agencia, sabía que tenía un pez gordo al otro lado de la caña y que lo importante era no dejarlo escapar. Pues no pesa lo mismo la simple confirmación de un comunicado que una entrevista con el jefe de una asonada. O sea que me propuse extraerle una entrevista, para lo cual empecé haciéndole preguntas irrelevantes: se trataba de sumar palabras, así estas no tuviesen mucho contenido.

Pero no era fácil pues para entonces mis jefes me rodeaban y me agobiaban con instrucciones: Pregúntale esto o aquello. Y en particular el director, Antonio Herrero Losada, que me instruyó: «Pregúntale si ya ha hablado con el Elefante Blanco».

Aquello me sonaba a jeroglífico pero aún así lo pregunté (el elefante era el general Alfonso Armada, según todos los indicios posteriores), pero aquello iba a toda velocidad y para cuando ya tuve seis o siete respuestas a otras tantas preguntas, o sea, algo parecido a una mini entrevista, le hice un par o tres preguntas comprometidas e independientes, como son o debieran ser siempre las preguntas de un periodista en una situación semejante. A la segunda o tercera, Tejero comprendió que no hablaba con un cómplice, dejó escapar un «Uy, uy, uy» fatalista, y colgó. Pero Europa Press ya tenía lo que sin duda era un pisotón periodístico aunque nosotros no supiésemos aún del todo que lo era, una entrevista con el cabecilla sublevado.

Esa conversación me tranquilizó. Pues aunque no había conseguido datos muy concretos, me dio la sensación -y la sensación que va por debajo es quizá la verdadera entrevista en una situación así- que había hablado con alguien ya en retirada y no tanto con un vencedor. No mucho antes yo había llamado a mi novia, con la que me casaría poco después, periodista de la Agencia Efe, para decirle: «Escoge país porque nos vamos». Y no porque fuésemos a ser laminados por el golpe militar sino porque me parecía innecesario aguantar otra dictadura.

Meses después fui a trabajar a El País, donde lo que más hice fue entrevistas a escritores y pensadores (¡y también una gloriosa a Claudia Cardinale!), y que por cierto pronto van a ser publicadas en un libro. Por todo ello hoy no me atrevo ni a llamar entrevista a esas pocas preguntas a Tejero, una nota a pie de página en esa noche que sin duda marcó un antes y un después: al día siguiente se había acabado el ruido de sables en España, y hasta hoy. Pero he juzgado oportuno dar mi versión pues ayer, en el aniversario del golpe, circularon por la red -la Madre de todas las nebulosas- unos datos imprecisos sobre cómo se generó esa entrevista. Que no se debió -al menos en sus causas inmediatas-, ni al sindicalista Juan García Carrés, ni al director Antonio Herrero Losada.