Sastrería. La actualidad
La «actualidad» es una sustancia gaseosa que ha terminado por convertirse en una de las grandes dictaduras de nuestro tiempo. Pues es la norma que guía los periódicos y los medios, una norma difusa: Algún jefe decide que algo es actual y los periodistas corren a cubrirlo. Del mismo modo puede decir que no es actual, y entonces ese pedazo de la realidad pasa al limbo de lo inexistente, así sean cinco países de África o varias docenas de náufragos ahogados en el Atlántico. El problema es que no se sabe muy bien qué es actual. Pues está claro que un tsunami lo es, pero no queda nada claro que lo sea cierta película, político, rockero, deporte y demás, sobre todo porque la percha -otra palabra de jerga que alude a esa sustancia milagrosa que convierte algo en actual- no está nada clara. Es más: con frecuencia la percha no es más que el destilado final de los prejuicios ambientales dominantes, pero cada vez más a menudo es el resultado de oscuras y más bien vulgares, aunque sofisticadas, ingenierías de esa nueva realidad, los gabinetes de comunicación: un nombre tecnócrata y sanitario para designar a la publicidad o la propaganda de toda la vida. El resultado final es que los medios se comportan en buena medida como pretenden esos gabinetes o lobbies (grupos organizados de presión que pueden tenerla más que un ejército) de la información.
La actualidad puede ser observada con muchas lentes, pero el más hipnotizante para mí es el que la convierte en el mayor instrumento que se conoce de uniformización. El día en que descubrí que la mitad real de la población española había visto la noche anterior la final de la primera Operación Triunfo, comprendí que 1984 había dejado de ser una distopía para ser una crónica, y cambié las lecturas de mis alumnos en la universidad en consecuencia. En cierta ocasión me dijeron en Inglaterra que si en las islas había tanto interés por lo que ocurría en Estados Unidos era porque tarde o temprano llegaría allí, como un tsunami. Deberíamos habernos preocupado, porque lo que sucedía en el mundo anglosajón terminaría por llegar al sur. Así con el Pensamiento Políticamente Correcto, que ocupa sobre todo las universidades, y así sucede con la Actualidad: la «Realidad Actualizable» se compone de cada vez menos temas y más insistentes. Y medios sin redactores jefe ni sometidos a la presión de la publicidad o las influencias, como Twitter u otras voces en teoría individuales, se pueblan cada vez más de trending topics, expresión miedosa que significa «temas uniformantes» o «índices de unanimidad». E índices cada vez más conscientes de sí mismos, que se arman con rapidez para derribar o levantar esto o aquello sin detenerse a pensar mucho en ello. Esto es, como muchedumbres. Como jaurías.
Al modo de El profeta, u otras esculturas de Gargallo, en las que lo que está es tan importante como lo que no está, o menos, la Actualidad subraya ciertos temas, a veces pero sólo a veces importantes, e impone sin duda el olvido o la marginación de otros. Además más temprano que tarde olvidamos las urgencias, arrastradas por otras en una carrera sin fin. El resultado final es algo parecido a un silencio ruidoso.