Y ahí estás, sentado entre 14.000, sin saber si escrúpulo es un grano purulento que te sale en el cuello o un tipo de atardecer, que ambas cosas te suenan, ni dónde exactamente está Pamplona sobre el mapa. Una situación incómoda, cierto, y hasta absurda, pues si lo han puesto ahí es porque es algo que deberías saber, y si no, es más que probable que suspendas la oposición a maestro. ¿Cómo no vas a saber lo que ha de conocer un niño de doce años? ¿Te imaginas? Qué se hace cuando a uno le corrige un niño de doce años. Todavía en la universidad, entre adultos, vale, pero ¿un niño? O sea que escribes algo que te suena más que otras cosas: «Escrúpulo: atardecer», y pones a Pamplona formando un triángulo con Santander y Bilbao y unos milímetros alejado de la costa. Porque está en el norte, eso seguro.
Todo el mundo parece muy concentrado en las preguntas del test pero tú te das cuenta de quiénes disimulan en torno a ti. ¿Esa chica con flequillo que finge ir a toda velocidad? En realidad no está marcando, sólo recorre las casillas con el lápiz, pero sin señalar nada. Y si lo hace, borra a continuación. Se le ven los nervios a distancia, ignorante también ella de la diferencia entre basta y vasta. A ti jamás se te habría ocurrido que existen dos basta. Bueno, una será la hermana mayor de la primera. Ahora bien: ¿cuál? Tal vez la de b alta… Pero no siempre es el caso: tu hermano mayor, por ejemplo, es más bajito que tú.
Aunque sabías desde el comienzo que no iba a ser fácil, pues sois 14.000 candidatos, y sólo para Madrid, no se te había ocurrido que la dificultad no viniese del número sino de no saberse los contenidos. Esto es: lo que significan las preguntas, sobre todo tratándose de oposiciones a maestro. ¿Acaso con los niños de lo que se trata no es es de tenerlos tranquilos mientras sus padres vuelven del trabajo (si lo tienen)? Y sientes un sobresalto: ¿Por qué no sabes qué provincias cruzan el Duero, el Ebro y el Guadalquivir, si es tan fácil que hasta un niño de doce años lo contesta? Por qué no lo sabes, ¿uh?
Y, como desde una atalaya, ves todo ese valle verde que ha constituido tu educación, lleno de profesores con buen rollito y facilidades, muchas facilidades para que el estudiante no se traumatice (y dé más problemas de los necesarios). Todos esos ministros de Educación empeñados en que un estudiante con cuatro suspensos puede pasar de curso sin que eso perjudique al grupo ni le perjudique a él. Esas facultades en que los estudiantes pueden ir esquiando entre profesores que dan aprobados casi colectivos, y sin el casi, con el sabio criterio de que «ya los suspenderá la vida» (que en cambio permitirá que el aperitivo de los profesores transcurra tranquilo y sin sobresaltos). Esos planes de estudios organizados en torno a la construcción de una patria autonómica -«como el trozo de Ebro que nos corresponde (porque tenemos un trozo de Ebro… ¿no?)»-, delegando lo demás a un extranjero medio vacío y difuminado en el mapa. Por eso escribes «Valladoliz», esa es la consecuencia última de haber estado escuchando durante un par de décadas que es «una ciudad llena de fachas» en lugar de la ciudad de Miguel Delibes. Luego pasa lo que pasa. No es fácil que alguien que haya leído uno o dos libros de Delibes escriba luego «incapie» o «bolcan», como escribirías tú si tu ordenador no tuviese un corrector ortográfico.
De modo que ahí estás, mirando el test con insistencia, confiando en que las respuestas te vengan de lo alto. Pero pocas cosas te suenan. Y eso que has invertido días y días, a razón de cuatro horas diarias, viendo la televisión. ¿Por qué no hacen tests televisivos, de cultura general, es decir lo que sale en la tele? Qué es lo que le importa a los niños. ¿Y a los adultos? La educación debería ser sobre lo que le importa a la gente, piensas, no sobre lo que le importa o oscuros y perversos fabricantes de tests, que lo único que quieren es dejar en un ridículo cósmico a 14.000 opositores y cargárselos a todos. Aunque no muchos parezcan haberse dado cuenta. Es lo que pasa con los muros autonómicos. Pretenden ser autosuficientes pero impiden ver un poquito más allá.