El detalle construye la historia
Uno de los momentos más emocionantes del dibujo de Rembrandt es cuando una escena en principio inmóvil se convierte, en virtud de un detalle, una luz, algo en la sombra que miramos desde un poco más de cerca, en una narración. Así sucede con el conocido grabado de Mujer con una flecha¸ que para generaciones fue, en efecto, el retrato de una mujer -¿Venus?- vista de espaldas, y que sujetaba una flecha, seguramente lanzada por Cupido. Pero ojos más atentos a las sombras del grabado han determinado que lo que sujeta no es una flecha sino el cordón de las cortinas de su cama con baldaquín, y que no está sola: en la oscuridad, al fondo de la cama, la observa un hombre apenas insinuado. Dos simples detalles –o una forma de leer distinta- cambian por completo el cuadro y la historia: puede que sea Venus, pero está con Marte, su amante.
¿Puede algo así suceder en la escritura? No estoy muy seguro, y si sucede tal vez no sea de una forma tan decisiva. Entre otras cosas porque los ojos del lector están cambiando a toda velocidad y, como desde el tren, los detalles del paisaje se vuelven borrosos.
P.D. El cambio de lectura es en este caso vertiginoso. Pues pasa de una lectura mítica -Cupido, Venus, una flecha…-, a una más racionalista: el cordón de la cortina en la cama de dos amantes.