MIRADA SORELA

Carta a un estudiante Erasmus

Apartado: Siete años de Blog

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Te escribo de urgencia, sin saber si este mensaje alcanzará a salir de España a tiempo antes del cierre de las fronteras. El Gobierno ha decidido congelar hasta nueva orden -es decir, hasta siempre si así se lo permitimos- los fondos de las becas Erasmus (tu patrón) y Séneca; no sé si conoces esta última, es la que ayuda a estudiantes andaluces, por ejemplo, a estudiar en Bilbao si desean salir de su aldea y ver otras cosas… O sea, la beca que rompe de verdad con la maldición del distrito universitario, ese sueño de los políticos de campanario, que pretenden tener a los jóvenes de la región encerrados en un sólo aprisco para poderles lavar el cerebro sin molestias sobre una Historia como mínimo discutible y una geografía como mínimo resumida. Todavía recuerdo la vez que, no sin alarma, escuché en la radio de un taxi a un consejero de Educación Andaluz decir que a partir de entonces, con la creación de la última universidad fantasma, ningún joven andaluz tendría que salir a estudiar fuera de su autonomía. Pues pobrecitos andaluces, pensé, encerrados todo el día en su mutua contemplación. En ese paisaje es donde suelen nacer grandes desgracias.

No sé qué ocurrirá. De momento no ocurre nada, es como el silencio que, dicen, precede a las grandes catástrofes. Ayer se anunció la supresión de las becas Séneca y se ratificó el inminente final de las Erasmus y durante toda la mañana me mantuve con el oído atento, para bajar a unirme a ellos cuando llegaran a mi calle los estudiantes en manifestación. También estuve pendiente del teléfono, de mi correo electrónico y de las Redes… pero nada. Llegué a sospechar que tenía un problema eléctrico, un obstáculo en las comunicaciones, y eso que Internet fue creado para que nadie lo pueda detener (pero sí pueden en China, en Cuba e Irán, con gran interés de otros gobiernos). En un humilde tuit un señor se felicitaba por el «fin de la fiesta» y reclamaba el regreso a los tiempos heroicos de viajeros vendimiadores, como había hecho su padre. En fin, lo de siempre: héroes con mucha hambre partiendo a América detrás de Pizarro en busca de El Dorado.

Poco más, por lo que es incluso probable que en este mes o el siguiente te dejen de llegar los fondos. Sí, ya sé que el dinero que te daban apenas financiaba los autobuses para ir a la facultad, pero visto que no es un problema real de dinero -dicen que con este dinero quieren reforzar el plan general de becas, o sea que imagínate lo mucho que van a reforzar-, lo que me temo es que comiencen a regatearte los créditos obtenidos en el extranjero, que creo que eso es lo que les molesta de verdad. Primero se suprimen las becas y luego se dice esto y aquello sobre la enseñanza en países extranjeros con otra cultura -«no son como nosotros», dicen-, y se termina con el «que inventen ellos», o algo parecido. Siendo así que en algunos países desarrollados, como Dinamarca, salir del país es obligatorio para los universitarios durante por lo menos seis meses.

Y aquí llega lo más difícil para mí, aunque no sé si para ti. Vista la situación, no sé si es bueno que regreses o que elijas quedarte allí. Naturalmente que a todos nos gustaría que pudieses venir, y entrar y salir, como correspondería a estos tiempos y creíamos que ya era un derecho adquirido: en las universidades privadas, casi todas carreras incluyen estancias de a veces la mitad del tiempo en el extranjero. Eso es lo suyo en el siglo XXI, y de momento ha vuelto a ser un derecho para ricos.

Pero mucho me temo que esta medida no es más que el anuncio de lo de siempre, que regresa. Si siempre lo hizo, por qué habría de abstenerse ahora. Esto es, restricción de estudios a lo que ellos consideran esencial, de Derecho a Ingeniería, pasando por Medicina, que pronto volverá a ser el suculento negocio que siempre fue, y marginando cualquier Humanidad. Regreso de las consignas, más que de un pensamiento religioso o tan siquiera espiritual (que enlaza con la filosofía). Y adoctrinamiento sobre la «utilidad» necesaria de los estudios para «sacar adelante el país». Esto quiere decir que las madres volverán a querer casar a sus hijas (o a sus hijos) con ingenieros de caminos, notarios y registradores de la propiedad. En qué un notario es necesario a la patria es algo que me tendrá que explicar alguien, pero seguro que hay voluntarios. Y fin de cualquier asomo de actividad paralela en las universidades, tipo teatro y demás. Tampoco es que hubiese mucho en los últimos años, ni particularmente bueno, pero menos da una piedra.

Bien, la piedra va a llegar. La prueba es el silencio que se sigue registrando en mi calle desde ayer. Parece agosto. Por otra parte, no es algo que comenzase ayer, ni mucho menos. Hace tiempo que llegan menos estudiantes latinoamericanos a España a programas de doctorado, donde les ponen innumerables trabas burocráticas y que yo sepa nadie ha dicho nada, y el anterior presidente quiso desde el comienzo suprimir la filosofía en el bachillerato. Sólo por eso en un país civilizado tendría que haber dimitido. Fue entonces cuando comenzamos a saber la nada que  había detrás de aquella sonrisa beatífica, todo un prólogo a estos tiempos.

Como te digo, no sé siquiera si esta carta te alcanzará a llegar, pero visto el tiempo de campanario y aldea que se nos viene encima, no me queda de otra que decirte que tal vez lo mejor sea quedarse afuera… y esperar a que se vuelvan a abrir las fronteras.