Sastrería
¿Existen de verdad obras distintas en un mismo escritor? Sabido es que Proust encadenó nueve volúmenes bajo un único (y magnífico) título pero ¿no hacemos todos los escritores lo mismo y solo por necesidades industriales la dividimos en «obras»? Faulkner aprendió fascinado de Balzac que se podía hacer reaparecer a personajes y lugares de unas novelas a otras -lo que Balzac había resuelto al llamar a toda su biblioteca «La comedia humana»-, y él inspiró lo mismo a varios sucesores, el más famoso de los cuales es García Márquez. Pero cualquier lector atento de Balzac -que se había inspirado en la Biblia-, de Faulkner y de García Márquez, sabe que el mundo de esos escritores no se agota en La comedia humana, el Yoknapatawpha de Faulkner o el Macondo de García Márquez.
Y si uno lee con sistema a cualquier escritor -o cualquier pintor o cineasta si lo prefieren-, se va dando cuenta de que lo realmente difícil es no encontrar eco de unas obras a otras, desde Homero, Shakespeare y Kafka hasta, digamos, el escritor serio John Banville y su alter ego más comercial Benjamin Black. Y no es sólo «eco», no es sólo una cuestión de estilo, que caracteriza a cualquier artista adulto. Es un hilo conductor más profundo, como el debate entre la bondad y la injusticia que cruza de una punta a otra el sistema nervioso de Los miserables de Víctor Hugo igual que ese mundo subterráneo que Hugo descubre debajo de París. Al final de su vida, acosado por la urgencia de decir y no detenerse en tonterías, Saint-Exupéry se dedicó a escribir con ansia un solo libro, «Ciudadela», que habría sido infinito de no haber muerto su autor en una misión.
Es algo que intuí desde siempre y ahora sé, y desde niño leí por sistema y con hambre toda la obra de los autores que me gustaban: Tintín, algunas colecciones enteras de Enyd Blyton, mucho Verne, Steinbeck… y es lo que confirmé en la prosa de Borges, «lo más serio que le ha pasado al español en el siglo XX», como dijo Sergio Pitol. Pues después de haber leído toda su obra individual, ya no sé qué he disfrutado más, si sus cuentos, sus prólogos y conferencias, algunos de sus poemas o sus prolijas conversaciones. Me cuesta diferenciarlos. Todo ello me parece una sola página.