Es probable que el puente más bello del mundo sea el de Santa Trinità, en Florencia, que desde siempre ha desafiado a los ingenieros, no sólo porque las amplias curvas de los tres ojos no parecerían capaces de resistir el peso, sino porque los óvalos no copian ninguna figura geométrica conocida, y al tiempo parecen haber nacido del único trazo de un gran maestro. Y Ammanati, a quien se atribuye el puente, no lo era. El asunto motivó innumerables debates hasta que alguien encontró la curva en la Capella Medicea, de Florencia, en los sarcófagos diseñados por Miguel Ángel y que sostienen las figuras de la Noche y el Día, el Crepúsculo y la Aurora. Lo cual cita Mary McCarthy, en su (excelente) Piedras de Florencia como el ejemplo de cómo un detalle casi privado pasa a ser patrimonio de toda una ciudad. Pero además de Miguel Ángel, que lo dibujó, el mérito es también de quien supo verlo para trasladarlo al puente (que quizá también fue Miguel Ángel)
MIRADA SORELA
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Apartado: Sastrería
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