La novena viuda y Las flores de la guerra. Geling Yan. Traducción de ambas, del chino, de Nuria Pitarque. Alfaguara, 2011 y 2012.
Geling Yan llegó con varios días de retraso a la Montaña de Lushan, la Montaña de los Mil Versos, donde una veintena de escritores chinos y cuatro extranjeros -un finlandés, una sueca, un croata y yo- celebrábamos el Segundo Congreso Internacional de Escritores en China, o algo así. Llevábamos varios días alojados en un pequeño hotel de lujo de los del tipo chalets-dispersos en una montaña que parecía la versión asiática de unos Alpes tiroleses, y hasta el momento los escritores nacionales y nosotros sólo habíamos intercambiado traducciones y sonrisas. Geling Yan era sin duda distinta. Para empezar, aunque ya no del todo joven, una oriental con la piel translúcida, una boca trazada con un pincel de acuarela, la mirada de tragedia y los ademanes lentos. Y luego, una elegante. En ese encuentro de escritores duros, del género esforzado, su chaqueta plateada de pasarela hacía el efecto de la hija del patrón que va a visitar a los niños de los mineros. «Una pija», confieso que pensé, la típica sacerdotisa -o profeta- de la religión de moda que no falta nunca, a modo de infiltrado, en las reuniones de escritores (hablar de congreso con escritores suena a «escritores malos»). Y además me pareció comprobar que sus compatriotas la recibían con un poco de reticencia, al igual que a la otra escritora que llegó con ella, una china-canadiense que parecía más natural, quizá por menos elegante. Bien es verdad que entre los orientales pocas afinidades sociales se dejan ver con nitidez, al menos a nuestros ojos, y mucho menos cualquier reticencia.
O tal vez es que, ya que ellas sí hablaban inglés, y bueno, pudimos charlar en los días siguientes sin la intermediación de los esforzados traductores. Al término del primero ya no pensaba que era pija. Luego, que tenía un gran sentido del humor, entre otras cosas porque se reía con facilidad de ella misma. Después, al leer unas páginas que me pasó de un libro sobre prostitutas chinas en un burdel de San Francisco, a finales del siglo XIX, que escribía (bien) con gran eficacia. Y más tarde -pero mucho más tarde pues nada importante es inmediato entre los chinos, sean o no del interior o de la diáspora-, que tenía rango de coronel del Ejército Rojo, un ejército descomunal de más de un millón de soldados, en el «arma» de Coros y Danzas. Y después, en el curso de un banquete de despedida -docenas de platos a lo largo de horas de una cocina que desafía al lenguaje-, que cantaba ópera, ópera china, con la solvencia de una primadona de la Ópera de Pekín, algo que requiere más de una vida de preparación. Sólo después me fui enterando que sus libros han sido filmados por los mejores directores de una cinematografía que a mi juicio está hoy entre las primeras del mundo. Caray con la pija. Algún tiempo después hablamos por teléfono e hicimos por vernos en Berlín, donde vive parte de su tiempo, pero ella llegaba cuando yo ya me iba.
Mis intuiciones se confirmaron meses más tarde, cuando leí «La novena viuda», una novela que trata de La Revolución Cultural. No lo hace de un modo directo, o al menos no se formula crítica de un modo directo, pese al ambiente de crítica abierta que existe en la China actual respecto a este periodo sin duda siniestro. Y lo que más llama la atención, una vez se han leído algunos libros, es la relativa insuficiente información sobre ese periodo en China, que tuvo unas consecuencias más trágicas de las que se suele reconocer en Occidente y figura con derecho entre los periodos lúgubres del siglo XX, jalonado por ellos. En la China de hoy circulan no pocos libros al respecto, al parecer con plena libertad, y el de Geling Yan habla de ello de un modo indirecto; bien es verdad que no hace falta ser un especialista en Asia para señalar que el modo indirecto es una de las características de la cultura china de todos los tiempos. El modo directo es una suerte de torpeza de pésima educación.
A través de la peripecia de Wang Pao, una mujer valiente y con una suerte de honradez que no es otra que la moral natural y en particular la budista -el respeto a los mayores, por ejemplo, y casi que a cualquier forma de vida-, Geling Yan repasa un tiempo amplio de la China contemporánea, y en particular de la Revolución Cultural. Y sus opiniones no se traslucen a través de afirmación alguna del narrador, o tan siquiera de los personajes, que jamás o muy rara vez teorizan o sentencian. En una suerte de behaviorismo contemporáneo -escuela que practicaron algunos escritores de la Generación Perdida, y que se inspira en las teorías sicológicas del mismo nombre: el retrato de los personajes (o su diagnóstico) a través de su comportamiento (behaviour)-, las ideas de Geling Yan quedan explícitas simplemente a través de toda la vida de Wang Pao, siempre heroica, en particular en el día a día y no sólo en los momentos históricos, y de un modo que nunca tiene que ver con el heroísmo popular de cartón habitualmente proclamado por el maoísmo oficial.
Algunos colores de este libro se repiten en Las flores de la guerra, inspiradora de una película tipo «gran producción» de Zhan Yimou y en la que se desarrolla el viejo tema del heroísmo entre personas que en principio están en el otro lado de la escala: en este caso un grupo de prostitutas -un poco en la línea de Boule de Suif, de Maupassant-, que coinciden con un grupo de escolares refugiadas en un convento católico en Nanking, durante la guerra contra Japón. Aquí no se ahorran colores oscuros para pintar a los japoneses, como por otra parte es habitual en China en lo que se refiere a esta guerra también terrible, pero sólo para subrayar los valores de valentía, humanidad y compasión encarnados, sobre todo -lo que no deja de ser exótico en la China de hoy- por dos sacerdotes: un europeo y un nativo.
En ambos libros, una situación histórica límite para hacer aflorar la idea, como pensaban algunos clásicos, de que lo mejor del ser humano aflora cuando se le coloca frente al peligro, la guerra y la muerte, y la urgencia del sacrificio para ayudar al prójimo. Una épica moderna.