MIRADA SORELA

El azul es de los dioses

Apartado: Siete años de Blog

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Cientos de personas que suman ya miles se han comenzado a concentrar frente al Palacio del Quirinal, en Roma, para apoyar a la canciller alemana, Ángela Merkel, en demanda, como es sabido, de la cesión de un trozo de cielo italiano. Salvo en casos de funestas guerras ya pretéritas y olvidadas -«inconcebibles hoy en Europa», como se apresuran a precisar todos los comentaristas-, el hecho no tiene precedentes. Además, declaró la señora Merkel en rueda de prensa tras su llegada al aeropuerto de Fiumicino, «no vengo a pedir cielo, pues el cielo es parte de los territorios nacionales, que son sagrados».

p.S «Ese azul que a ustedes les sobra». Roma.

– ¿Entonces?, le preguntó Marcella Smocovich, del Corriere della Sera, no sin inquietud. ¿Qué viene usted a pedir?

– Azul. Vengo a pedir un poco de azul. Ese azul que a ustedes les sobra y que a nosotros tan bien nos vendría para ponerle un poco de alegría a nuestra vida e inspirar a nuestros artistas, que tienden a ponerse trágicos cuando no melancólicos. Más aún: creo que en julio y agosto, sobre todo en ese ferragosto romano del que ustedes mismos se quejan, no les vendrá nada mal aliviar la carga de azul -puro sol al fin de cuentas- del cielo.

– Pero eso no va a ser fácil, intentó advertir Mario Monti, el primer ministro italiano, legendario por su eficacia y su bondadosa mirada de sabio. Se encontraban ya en pleno encuentro de Estado en el Palacio del Quirinal (cedido por la presidencia, vista la importancia del encuentro) y los fotógrafos habían terminado de fotografiarles las sonrisas y el aura de estadistas.

– ¿Por?, preguntó Merkel. Y con esas tres letras, tras las formalidades de rigor y de preguntar Monti qué tal vuelo había tenido y comentar compasivo qué calor hacía en Roma en julio, ambos supieron que llegaban a un punto central, no sólo de esta conversación sino de las relaciones entre ambos países. Más aún, uno de los grandes momentos de la Construcción, de la Historia europea.

– Es que no depende de nosotros, dijo Monti con la voz más suave y los ademanes más vaticanos de que fue capaz. Algo característico de los altos cargos de Bruselas, donde Monti se formó en largos años de llovizna y estadísticas.

– ¿No?, preguntó Merkel. Esa sí que no se la esperaba: cómo es posible que el azul de un cielo no dependa de su gobierno, una noción a contrapelo del empirismo nacionalista de los pueblos del norte. «¿Y de quién depende?»

Monti se ensimismó en uno de los tres grandes balcones del despacho y miró a lo lejos, hacia Roma llena de cúpulas, con la mirada fatalista pero llena de grandeza que pusieron siempre (salvo Tiberio y Nerón) los dirigentes romanos desde Eneas y la Loba capitolina.

– De los dioses, dijo. Y luego recogió su mirada como un pescador recoge su sedal tras un enésimo fracaso, y miró a los ojos azul ángel de Merkel. «Depende de los dioses». E hizo así con las manos, con las palmas hacia arriba, con ese gesto de impotencia que usan los italianos y también los mexicanos cuando dicen: «ni modo».

Cientos, miles de personas se concentran frente al gigantesco Palacio del Quirinal, en Roma, y ya comienzan a desbordar de la plaza y ocupan las calles aledañas. Vienen de toda Europa pero principalmente de las regiones del norte abrumadas por los cielos grises y la melancolía: la Selva Negra, la península de Skagen, las heladas llanuras de Prusia Oriental, los países Bajos arrebatados al mar… Poco acostumbrados al sol de Roma, que conocen sólo por referencias indirectas, vienen abrumados por el largo viaje, acalorados y sedientos, y cometen los errores habituales de creer que el calor se combate con helados, pantaloncitos cortos, chanclas y camisetas sin mangas, que en el caso de ciertos hombres, además de agravarles la sed, es causa de un lamentable aspecto de baloncestistas veinte años después de su última copa y con más calor del necesario.

«No quieren», dice el primer rumor en recorrer la multitud. «Sí quieren -el segundo-, pero no a cambio de un poco de gris sino de la Mercedes Benz con todos sus ingenieros». «Quieren, pero a cambio de un millón de puestos de trabajo». «Si nos dan el azul, que nos den de paso a Claudia Cardenal» «Cardinale». «Eso: Claudia Cardinale… pero cuando eran joven. Que Claudia Cardinale sea alemana»…

Y así. Hay una verdadera orgía de sol en Roma, y en lugar del éxodo anual hacia las playas, por todos los caminos no paran de llegar gentes desde toda Europa para pedirles a los dioses un poquito de azul…