Diálogos / La imagen previa
Sucede a veces que el escritor viene aplastado por una losa que es muy difícil levantar. Aunque también puede ocurrir que él sea el primero en no querer levantarla. Quién sabe. Ese en todo caso era el caso de Ismail Kadaré, a quien le tocó en suerte escribir libros con potentes metáforas en Albania, el país europeo más exótico de finales del siglo XX, y que pronto todo el mundo leyó como alegorías del régimen comunista allí existente, el más hermético de todos: había hasta un museo del ateísmo, y un misterioso tirano iluminado por fuerzas oscuras, Enver Hoxa. Albania era la Corea del Norte de entonces.
El escritor con losa es muy difícil de entrevistar, pues la losa parece de cita indispensable, y es muy probable que vertebre y hasta se robe la entrevista. Es un problema de todo el periodismo, por lo demás: ¿Se informa de lo que ya se sabe, o se intenta descubrir algo nuevo incluso en la más rutinaria de las agendas informativas? Además, como ya se ha escrito en otra parte, muy a menudo el escritor es cómplice de su propia losa y quiere que le pregunten sobre ella, así sea para desmentirla, diciendo que él es un escritor libre y que allá los demás con sus interpretaciones. Un ejemplo es Kadaré, editado en España por Alianza Editorial y Mario Muchnik y traducido al español por el recordado Ramón Sánchez Lizarralde (premio Nacional por sus traducciones), personajes ambos tan o más interesantes que el propio Kadaré.
Con este tipo de losa política pasa un poco como con el escritor de best sellers, a quien parece que resulta obligado presentar, al modo de un partido de fútbol, como el autor que ha vendido tantos y cuantos ejemplares y cuyos adelantos ascienden a esto y lo otro. ¿Serían estos datos prescindibles? ¿Qué ocurriría si entrevistásemos a Ken Follett, Stephen King o Pérez Reverte sin mencionar que han vendido tantas ediciones de sus libros y viven de este modo y aquel? A veces son ellos mismos los que intentan ocultarlo, como Ken Follet, que como he contado no permite al entrevistador acudir a su casa de época en las orillas del Tamesis y él mismo va a buscar al periodista (antiguo colega) a su hotel (Ver «Preguntas al escritor», en «Diálogos»). Pero eso, a la postre, sólo suma a la leyenda. Pues en caso de prescindir de todos esos datos lo más probable es que el previsible redactor jefe que edita la entrevista los reclame, al igual que la consabida lista de premios, las adaptaciones al cine, los apoyos políticos, caso de haberlos… en fin, lo que conforma la rutinaria plantilla de la entrevista perfil en la mayor parte de los medios.
Lo que ocurre es que tal vez hablemos de cosas distintas: no porque dos personas escriban libros se dedican a lo mismo. Puede haber tantas diferencias entre ellos como entre un melón y una pelota de golf. La aclaración más eficaz la proporcionó Borges, precisamente en alguna entrevista. «Noo», vino a decir cuando le preguntaron sobre cuántos ejemplares vendía y cuánto ganaba. «A las personas que les interesan el número de ejemplares vendidos y el dinero que se gana no les interesa la literatura».
http://elpais.com/diario/1995/04/04/cultura/796946406_850215.html