MIRADA SORELA

Página en blanco y libertad

Apartado: Sastrería

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Los caminos son infinitos, y no es una metáfora, o al menos nadie ha intentado nunca un inventario. Ese es uno de los posibles significados de La angustia de la página en blanco, o lo que es lo mismo, la dificultad para elegir entre las muchas posibilidades de desarrollar algo escrito. Y eso es lo que le ocurre a cualquier autor, por simple que sea su historia: La miró sin saber si dirigirle la palabra. Cómo la miró: ¿con ojos azules? ¿antes del desayuno? ¿parpadeando por el sol? ¿con una mirada miope?… Por qué no sabía: ¿le dolía el estómago? ¿tenía una cita urgente con una novia? ¿ella era más alta que él una cabeza?… Y por qué le tendría que dirigir una palabra, por qué no una carta, unas flores, un pastel, un soneto, una tiza en una clase: ¿hablaban idiomas distintos? Justo esa podría ser una buena opción: la historia entre dos que no se entienden con palabras… Y así. Cada palabra cierra un camino pero a cambio de abrir una cantidad multitudinaria de posibilidades, y el escritor no es más que alguien que va tomando decisiones a toda velocidad (la lentitud en tomarlas sería una de las posibilidades de la famosa angustia). Si se quiere, una suerte de ascensor: elige algo, pero al tiempo rechaza otro laberinto de caminos, escaleras, cientos de ascensores, millones de otras calles y miles de ciudades. Como en la vida.

Ahora bien, esta es una segunda categoría de caminos infinitos. Hay una anterior y es cuando el autor tiene que elegir la historia que va a contar. Cuando todavía no ha elegido La miró sin saber si dirigirle la palabra. Ahí sí que parece que los caminos son realmente infinitos y que existen más historias que granos de arena en una playa o que galaxias en el cosmos. Y según versiones, ésa sería la verdadera angustia: elegir una historia. Se elige una pero se dejan de lado y para siempre otras miles de millones. ¿Cómo saber que esa es la acertada? De ahí el sudor en las manos. Algo parecido se produce en la elección amorosa. La angustia se daría, no porque no se me ocurre nada -como se suele creer-, sino al contrario, por las muchas cosas que se me ocurren. No por enamorarse de una mujer sino por cerrar el camino a todas las demás.

Y sin embargo Borges y Papini coinciden, cada uno por su cuenta, en que en realidad sólo hay una docena de historias o así -un hombre sale al camino y a la aventura; una pareja se atrae pero algo se empeña en impedirlo; la venganza; la conquista… etcétera-, y que en última instancia la elección sólo sería entre esa docena. Una angustia menor, pues, una ansiedad.

Miremos por donde miremos, tiene que ver con la libertad. Y este es un concepto insujetable, inencuadrable, indefinible. Y más cuando va asociado con escritura, que también lo es. Además, ambos están tan estrechamente emparentados que el uno podría ser metáfora del otro.