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El verdadero Saint Exupéry

Apartado: Lecturas recomendadas por Sorela

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Nada más llegar a su exilio en Nueva York, en lo más negro de la II guerra Mundial y agotadas sus esperanzas, Antoine de Saint-Exupéry tuvo que desmentir una información del New York Times según la cual llegaba en calidad de una suerte de delegado oficioso del gobierno colaboracionista de Pétain, o de Vichy. No tenía ni idea de que el sambenito le iba a perseguir. Y no sólo durante el tiempo de su estancia en un Nueva York dividido por las múltiples banderías del exilio francés, sino también tras su reintegración al combate, al final de la guerra, e incluso más allá de su desaparición en un avión aliado, el 31 de julio de 1944. ¿Cómo? Pues haciéndole figurar como un escritor para chicos –lo que sin duda era, igual que también es jardinero un ingeniero forestal- siendo así que, entre otras cosas, era uno de los primeros moralistas de su tiempo, lo que incluye un pensamiento político de excepción.

Pero no era gaullista. Peor aún, desconfiaba del rol de salvador que se había atribuido De Gaulle, y creía que se podía convertir en una especie de Franco. Sobre todo temía el periodo de ajuste de cuentas entre franceses que se produciría tras la guerra.

Y no eran sólo imaginaciones: en los años anteriores, en calidad de gran reporter, escritor o aviador en busca de records –era la época-, Saint-Exupéry había visitado España en guerra –“Aquí se fusila como se tala”, tituló su crónica, Franco le negó luego un visado para cruzar a Portugal de camino a Estados Unidos-, la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler. Sabía de lo que hablaba.

Saint-Exupéry presenció desde primera fila, tomando fotografías desde un avión, cómo Hitler rodeó la infranqueable línea Maginot y entró en Francia como cuchillo en mantequilla. Aristócrata y ex alumno de colegios de clase alta, y por lo tanto conocedor, pariente e incluso amigo de no pocos petainistas, no es menos cierto que un día exclamó “He ahí el cerdo que está vendiendo Francia” al ver entrar a su primer ministro, Laval, en un restaurante.

De la ideología democrática de Saint-Exupéry, sólo la mala fe puede dudar. De su experiencia en el frente de comienzo de la guerra salió “Piloto de guerra”: leído con fiebre en la Resistencia, considerado en Estados Unidos como la respuesta al “Mein Kampf” de Hitler, censurado por Vichy … e inencontrable en la Francia libre de De Gaulle después de que el escritor se negase –pese a expresos llamamientos- a alinearse con el general en un frente de escritores. André Maurois, judío y combatiente, también lo había hecho.

Caído Saint-Exupéry en los últimos días de la guerra, y convertido en el escritor francés más leído del siglo XX, gracias a ese libro para chicos que no es para chicos sino una melancólica autobiografía –y él no es el escritor, sino el pequeño príncipe-, tal vez al gaullismo en el poder no le quedó de otra que reducir a ese gigante a la categoría de “escritor para chicos”.

Una categoría, después de todo, no tan inocua.

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