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Saberes inútiles… y urgentes

Apartado: Lecturas recomendadas por Sorela

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Breviario de saberes inútiles. Simon Leys. Acantilado. 576 páginas

Lo cierto es que cuesta elegir el valor del libro que gobierne este texto: ¡hay tantos! Quizá -violando toda norma sobre el respeto al lector que proscribe adelantar el argumento de autoridad y todo eso- convenga decir cuanto antes que hace tiempo no disfrutaba tanto con un libro y, como entonces, lo he leído poco a poco para que no se me acabase. Me temo que esa triste hora ha llegado.

Y aunque no soy muy partidario de este tipo de libertades -si un autor propone un orden, prefiero respetarlo pues sé que tiene sus razones-, lo he leído al revés: primero la segunda gran parte, la relativa a China, que es la que más me interesaba y razón por la que compré el libro pues no es fácil encontrar textos solventes sobre Asia y conocía la reputación de Simón Leys como uno de los principales sinólogos en esta parte del mundo. Y en efecto mis expectativas no quedaron defraudadas. Y luego leí no sin sorpresa la primera gran parte. Y sorpresa porque Leys habla sobre Balzac, Gide, Waugh o Chesterton con tanta competencia, o casi, que sobre Confucio, la caligrafía o no sé qué remoto poeta chino del siglo I. También hay otras pequeñas partes que hablan de la literatura del mar, de El Quijote y el quijotismo, y un par de textos sobre la universidad que lamento decir yo también firmaría. Lo lamento porque son textos, aunque muy lúcidos, pesimistas sobre el actual momento de la universidad occidental y su futuro -dirigiéndose hacia el utilitarismo mercantil y la miopía y abandonando el humanismo y la búsqueda del saber por el saber en sí-, y donde explica por qué, en determinado momento, dimitió. Leys fue durante años profesor de literatura china en universidades de Australia, después de haber estudiado chino y cultura china en Taiwán, Hong Kong y Singapur. Murió en Canberra hace tres años.

Pero lo que resulta en extremo atractivo es la mezcla de todo ello en una única propuesta. Tranquilidad: en ningún momento Leys explica Victor Hugo a la luz de la caligrafía china, como si fuese un escenógrafo cualquiera en busca de escándalo y periódicos, pero resulta atrayente y persuasivo proponer todo lo dicho bajo el único título de Breviario de saberes inútiles. Si bien él explica muy bien lo que ha querido decir, el título sugiere de inmediato (la claridad y eficacia del estilo no es el menor de los méritos del libro) la mente amplia, humanista y huérfana de fronteras geográficas y académicas de la que sale: proponer a Victor Hugo y Confucio en una misma obra puede parecer un alarde de amplitud de visión… no tanto si se piensa que otros de los textos tratan del Orwell íntimo y también de Zhou Enlai y Mao Zedong. Aunque este podría ser el protagonista de la continuación de Rebelión en la granja, uno pagaría por saber qué habría escrito Orwell sobre ellos.

Por supuesto esta amalgama no podría haber cuajado sin que el autor tuviese, no solo un conocimiento muy solvente de aquello de lo que habla -Lejano Oriente y literatura semi clásica-, sino también una solida visión propia del mundo. Ahí es donde interviene la autoría. No se trata de la alineación de una considerable cantidad de datos, a ser posible apabullante y cruda, como es habitual hoy en el mundo académico, sino de la hilazón de todos ellos a la sombra de una visión del mundo.

Y más excepcional todavía, una visión del mundo distinta, original como se deduce en alguien que es capaz de profundizar en saberes en principio tan dispares. Y mejor aún, valiente. No solo por su postura hiper informada y crítica -y desde la primera hora, eso es lo extraordinario- con la Revolución Cultural china y en general el maoísmo, sino que en sus textos sobre Chesterton, Evelyn Waugh o el sutil y memorable de Soong May-ling en Nueva York (la viuda de Chiang Kai-shek), y por ligeras pero no por ello confusas alusiones, uno va descubriendo las creencias católicas de Leys. Coherentes con todo el libro, si se piensa, como un cimiento invisible aunque profundo. Lo llamativo es que estas, como corresponde a un espíritu de verdad libre, no le impiden llegar a una honda comprensión de, por ejemplo, las Analectas de Confucio o la homosexualidad de Gide. Un autor por el que, quién lo hubiese dicho, vuelve a despertar el interés. Ahora que lo pienso, recuerda un poco a Charles Moeller, el gran exégeta católico que dictó cátedra en Lovaina durante muchos años y autor del enciclopédico Literatura del siglo XX y Cristianismo. Universidad, por cierto, en la Leys, belga de origen, estudió Derecho e Historia del Arte.

Pero por favor, prejuiciados y etiquetólogos profesionales, abstenerse. Pues lo que de verdad une todo el libro en un sólido volumen de los que apetece firmar y guardar es un pensamiento propio, iluminado por un estilo diáfano, de los que en esta época de juicios rápidos y etiquetas fáciles en blanco y negro echamos tanto de menos. Hable de China o de literatura semi clásica, es lo que consuela: aunque parezca que no, todavía existen pensamientos individuales, ajenos a la tendencia única. Eso, además del placer que produce el que alguien se dedique a los «saberes inútiles» robando espacio al utilitarismo -¡caligrafía china y Balzac, nada menos!-, insolencia que parece a punto de ser proscrita y perseguida. A base de pura solvencia, Leys convierte sus saberes inútiles en urgentes e indispensables.

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