A sangre y fuego. Manuel Chaves Nogales.
Manuel Chaves Nogales tardó medio siglo en ser recordado en España porque relató de forma neutral la guerra civil española, desde el punto de vista de la humanidad y mostrando y subrayando la crueldad y sinrazón de los dos bandos -«la crueldad y la estupidez se enseñoreaban entonces de toda España»- pese a ser un conocido periodista republicano. Por ello fue y sigue siendo ninguneado por los intelectuales de los dos extremos. Esto es lo que se dice habitualmente, pero no me parece que agote las razones de esa indiferencia, que, por cierto, en parte resiste. Es cierto, pero falta algo, y no termino de saber muy bien qué es.
Como soy hijo de quienes vivieron la guerra, y no combatí en ella ni fui herido, mi primera reacción al leer A sangre y fuego y -algo rarísimo- volver a leer esos relatos que se graban a fuego, en efecto, fue la de sentir que había encontrado, al fin, mi guerra civil. No la de mi familia, que había combatido en uno de los dos bandos y en la que habían muerto dos hermanos de mi padre, sino la guerra de la posguerra, que no podía ser otra que la del intento de superación, y cuanto antes, del enconamiento y el fanatismo.
Pero este programa, para el que no sería necesaria una mentalidad noble y trascendente sino simplemente civilizada, no llega a explicar del todo por qué Chaves Nogales no es todavía un escritor nacional, si es que tal cosa existe hoy en España, y no se leen sus textos en las aulas, no solo como testigo de la guerra (hay unos cuantos más) sino como magnífico escritor, de los que sí merecen figurar en los libros de texto. Y periodista: sin ir más lejos A sangre y fuego, relatos inspirados en hechos reales de la guerra, que leen mis alumnos en la universidad, se adelanta medio siglo a la práctica del mal llamado Nuevo Periodismo y, por su verdad, que se mantiene y crece con los años, debe de ser de lo mejor que se ha escrito sobre la guerra. Digo que debe de ser porque no he leído ni una centésima parte de lo publicado sobre una guerra de la que en su día se dijo que había inspirado más libros que la Segunda Guerra Mundial, lo que no creo que sea cierto. Es en cualquier caso lo mejor que yo he he leído sobre ella, junto con el Homenaje a Cataluña, de George Orwell, con quien comparte la distancia del observador, que incluso combatía en uno de los bandos y además fue malherido. Dicho sea de paso, no se entiende nada de Orwell y sus libros de importancia creciente -para comprenderlo basta ver un telediario- sin la semilla de su experiencia española.
Yo creo que la modesta, si se piensa, acogida de Chaves Nogales está relacionada con algo que dijo Camus, y es que la escritura literaria tiene que ver con una cierta extranjeridad. Camus lo era -huérfano, pobre, hijo de una española analfabeta, francés de Argelia, etc- y Chaves Nogales también: véanse otros de sus libros, como por ejemplo El maestro Juan Martínez que estaba allí, una novela como mínimo infrecuente sobre las peripecias de un bailarín flamenco atrapado con su mujer en la Unión Soviética de la primera época. Llama la atención en este libro su extraordinaria documentación y sensación de testimonio que no es casual, hasta el punto de que cuesta llamarlo novela: al igual que sus otros libros soviéticos, viene de su experiencia en la URSS como reportero. De modo que puede que Chaves viniese de una conocida familia de periodistas y artistas de Sevilla -su abuelo fue pintor del primer cartel taurino de la ciudad-, pero desde joven salió, vio y aprendió: de ahí la lucidez de su distanciamiento de todos los fanatismos en la guerra. Distanciamientos, sin duda, de extranjero en el mejor sentido. Y que se incrementaron, después de la escritura de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (escrito en Francia, nada más salir al exilio, y publicado en Chile en 1937) con sus experiencias en el exilio en Francia e Inglaterra, donde murió a los cuarenta y seis años. Está enterrado en Londres y su tumba no tiene lápida ni nombre.
Otra razón de su medio olvido, para demostrar la cual se necesitaría una tesis, es la calidad y textura de su prosa. No se trata de que Chaves se alinee o no con uno u otro bando. Es que en sus libros, incluso en los más tentadores y propicios, cuesta encontrar un trazo grueso, una caricatura o la entrada al trapo de la facilidad, que es lo que caracteriza la mala prosa y la literatura en busca de grandes públicos. El trazo grueso corresponde a los personajes que se citan y de los que trata el libro: los guerreros de uno y otro bando. Los escritores, como los políticos, también pueden tener mucho de populistas. Y como en la política, por lo general eso se premia.
En general, los libros de Chaves Nogales no son de los géneros consagrados, novela, ensayo, teatro o poesía, y en cambio son biografía, periodismo… Después de este, ahora, su libro más conocido es la biografía de Juan Belmonte y, en el imperio de lo políticamente correcto, ello es tentar al destino. Y sin embargo, si hubiese que definir la prosa de Chaves Nogales sería la de algo a caballo entre el periodismo y la historia, acercándose a la escritura a-genérica. Si ni siquiera hoy se sabe qué es eso, cómo se iba a saber en el pasado.
Se mire como se le mire, aunque escribió mucha de su obra en España, Chaves es escritura del exilio. Y eso no se le ha perdonado a nadie. No hay ni un solo escritor, ni siquiera Alberti, ni siquiera Ayala, ni siquiera Semprún, para qué hablar de Sender, Cernuda, Zambrano, Chacel y tantos otros, a quien se le haya perdonado. Es uno de los fenómenos más extraños e injustos de la historia de la recepción literaria.
Y Chaves Nogales no es conocido como debiera porque se trata de una baja más en el desarme cultural español -baste decir que en los colegios casi no se enseña literatura ni prácticamente filosofía, y no se sabe de políticos que tan siquiera se hayan escandalizado por ello-, que no es consecuencia solo de los cuarenta años. En realidad se remonta a la guerra y más lejos. En eso las cosas no han cambiado mucho.